La rabieta es una conducta de descontrol en la que el niño llora, grita, patalea e incluso golpea lo que tiene alrededor o a sí mismo cuando un deseo suyo choca con los límites marcados por el adulto. Por lo tanto, se puede decir que es la respuesta inmadura -expresada con ira o enfado- a una situación que genera frustración y que, a esta edad, el niño es incapaz de controlar.
Pero las rabietas forman parte del proceso de madurez normal del niño. Aparecen alrededor de los 18 meses, manifestando su máxima expresión entre los 2 y los 3 años. Lo normal es que a partir de los 4 años vayan descendiendo tanto en intensidad como en frecuencia. Si no desaparecen y se alargan en el tiempo suele ser porque no se ha sabido gestionar por parte del adulto y porque el niño ha reforzado la conducta y consigue con esta actitud lo que quiere.
Es normal que aparezcan en esta edad porque es cuando el niño empieza a tomar conciencia de sí mismo diferenciándose del otro en lo que se conoce como “afirmación de YO”. Por otro lado, es el momento de la explosión del lenguaje, pero su desarrollo no está consolidado, por lo que les resulta dificultoso poner nombre a lo que les sucede, y comprenderlo.
¿Cómo afrontar las rabietas?
1. Primero manteniendo la calma, porque si entramos en la vorágine del enfado del niño no le ayudamos. Tomar un poco de distancia. Con una actitud de calma y determinación, seguros de nosotros mismos. Sabiendo que hacemos lo correcto por el bien del niño.
2. Tener pocas normas y claras, y que el entorno las conozca. Que los padres las compartan y el entorno las respete. Por ejemplo: chuches solo los domingos, al colegio no llevo juguetes de casa, no le damos el móvil habitualmente para entretenerse…
¿Qué recomendaciones os proponemos?
1. Aprender a poner nombre a lo que le pasa, ir verbalizando una actitud: “estoy enfadado porque no quiero ir a la ducha y quiero seguir jugando”.
2. Adaptar nuestro lenguaje para que el niño comprenda.
3. No establecer negociaciones, porque si consigue lo que quiere con una rabieta esa conducta puede reforzarse negativamente, ocasionando mayor malestar en el niño. Lo ideal sería permanecer como si no hubiera pasado nada.
4. Evitar los gritos, y ridiculizarle delante de otros.
5. Tomarte un tiempo para calmarle, tras la tormenta viene la calma, así que será el momento de recogerle con cariño sin ceder al chantaje. A veces necesitará ayuda para salir de esa rabieta. Podemos darle un abrazo, pero sin ceder a su capricho.
¿Qué beneficios nos reportará ser firmes en este tema?
1. Aprovechamos este reto para que se convierta en una oportunidad para ayudar a crecer a nuestros hijos, adquiriendo fortaleza y seguridad. Lo que conlleva una equilibrada autoestima. Será un aprendizaje para la vida, le ayudará a tolerar la frustración.
2. Favorecerá la convivencia y el buen clima familiar.
3. Y por último el niño irá adquiriendo conocimiento de sus propias emociones y acompañado del adulto podrá encauzarlas.
En este enlace encontraréis un vídeo muy interesante de Álvaro Bilbao sobre este tema.
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