Cuando hablamos de amistad, hablamos de un tipo de amor caracterizado por ser desinteresado. Aunque las verdaderas amistades surgen con más fuerza en Primaria, es durante la etapa de Infantil cuando se empiezan a construir los cimientos que las harán posibles.
En esos primeros años aún no hablamos de amistad como tal, sino de afinidad, de juegos compartidos, de aprender a estar con otros. Pero precisamente ahí está la clave: en aprender a salir de uno mismo, a tener en cuenta al otro, a compartir y a expresar lo que sentimos.
El colegio, una ventana al mundo social
La incorporación al colegio supone para el niño su primer gran paso fuera del entorno familiar. De repente, ya no es el centro de atención, y esto le ayuda a superar el egocentrismo natural de los primeros años. La convivencia en el aula les enseña a esperar turnos, a respetar al otro, a compartir juguetes, a reconocer emociones en los demás.
En Erain Txiki, desde el aula de dos años, fomentamos esta forma de relacionarse con frases como:
- “No quitamos los juguetes, los pedimos”.
- “¿Puedo jugar contigo?”
- “¿Te pasa algo?”, “¿Estás bien?”
Con pequeños gestos y repeticiones diarias, aprenden empatía, amabilidad y respeto.
El papel de la familia: claves para los padres
Antes de que los lazos sociales se conviertan en auténticas amistades, hay un trabajo previo que los padres podemos hacer para ayudarles a desarrollar virtudes fundamentales. Aquí van algunas claves:
- Educar sin sobreproteger
Anímales a hacer por sí mismos lo que ya pueden hacer. Esto les da seguridad, fortalece su autoestima y les hace más autónomos y abiertos a los demás. - Fomentar el juego en grupo y la convivencia familiar
Las interacciones entre hermanos o primos son un laboratorio perfecto para aprender a ceder, esperar, compartir y pedir perdón. - Predicar con el ejemplo
Nuestros hijos observan cómo nos relacionamos con nuestros propios amigos. Si cultivamos relaciones sanas, generosas y duraderas, ellos aprenderán lo que significa ser un buen amigo. - Crear ambientes con valores compartidos
Elegir bien los entornos en los que se mueven nuestros hijos (escuela, actividades extraescolares, grupos de amigos) puede favorecer mucho la formación de amistades que sumen. - Transmitir valores concretos con gestos diarios
- Compartir tiempo con ellos y jugar juntos.
- Pedir perdón cuando nos equivocamos.
- Enseñar a hablar con respeto, sin gritos.
- Ayudarles a expresar lo que sienten con palabras.
- Favorecer un clima de buen humor en casa.
La amistad verdadera no surge de la nada. Es fruto de una educación paciente, coherente y cariñosa, tanto en casa como en la escuela. Si ayudamos a nuestros hijos a poner las bases ahora, es muy probable que en el futuro sepan construir relaciones sólidas, sinceras y generosas.
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